El gran amor de nuestros padres

Shaoran
5 Min Lectura

Nuestros Padres:
Hombre y Mujer juntos, emprendiendo el gran desafío de dar vida, cuidar, enseñar y proteger el fruto del amor que los ha unido. Sin haber asistido a un colegio que los prepare y acredite como tales, para realizar esa magnífica labor. Sin haber estudiado, sin haberse graduado, ahí están: a nuestro lado, generosos y dispuestos siempre. Decididos a defendernos contra quien sea, a dar su vida si fuese preciso por nosotros; así, sin más, sin esperar nada a cambio. Siendo padres sólo por la felicidad y el amor de serlo.

Nuestra Madre:
Aquella mujer que se entregó por entero al hombre que sintió suyo una vez y que hoy cobija entre sus brazos vacíos de mujer, la mayor felicidad que la vida le ha dado como madre. Aquella mujer que, por amor a su hijo, renuncia a su primitiva condición y decide ser madre contra viento y marea. Aquella mujer que es nuestra madre y es nuestro padre, en una sola persona, en un sólo corazón pero, con un inmenso e incomparable amor.

Aquella mujer que, sin desearlo y por razones dolorosas, dio a luz una nueva vida. Vida que finalmente y después de tantos dolores y temores, convirtió en su norte; ahogando en su alma de mujer el recuerdo del abuso, de las heridas y del dolor sufrido. Mirando con sus ojos de madre, hacia un futuro de esperanzas y sueños a realizar, de la mano de ese pequeño e inocente ser que la mira sin comprender.

Madres, madres que, solas o no, luchan universalmente por un mismo y maravilloso fin: dar vida, amor, protección y felicidad a sus hijos. A esos hijos nacidos de su propio ser y que, sin importar cómo hayan sido concebidos, ellas transforman, cariñosamente, en una prolongación amorosa de sus propias vidas.

Padre:
Porque tu amada esposa ha partido, antes que Tú, a reunirse con Dios o porque la vida la alejó del camino que habían emprendido juntos, dejándote solo con tu hijo, luchando a diario por tratar de reemplazar lo irremplazable en su vida. Necesitando incesantemente la compañía de aquella mujer y madre ausente. Has de aprender no sólo a ser padre, pues te ha tocado ser madre también.

Nuestros Padres, Siempre a nuestro lado.
Desde nuestro primer hálito de vida, hasta que cerramos nuestros ojos a la vida terrenal y que nos acompañan con su amor y dolor, incluso hasta el más allá.
Nuestros Padres, Siempre están a nuestro lado.
Juntos o por separado, padres de todos modos, grandiosos, únicos, irreemplazables, impagables.

Y nosotros…
¿Estamos del mismo modo junto a ellos?,
Cuántas veces dañamos sus corazones con nuestra rebeldía, con nuestro orgullo: ¡Sí ya soy mayorcito!, ¡Si ya sé muy bien lo que hago!, ¡Déjame solo! Tantas frases similares, dichas sin pensar, dichas sin calcular el daño que en ellos causarán y que son una gran y fría bofetada a sus sentimientos, a su entrega, a su amor de padres. ¡Qué mal modo nuestro de retribuir tantas horas de desvelo junto a nuestro lecho!, ¡Qué ingratitud nuestra a tanto amor recibido, a tanto esfuerzo, a tanta esperanza puesta en nosotros!

Y cuando parten de nuestro lado, ahí, sólo ahí, estamos dispuestos a dar lo que no tenemos, por escuchar de sus labios, aunque sea sólo una vez más, aquello que tantas veces les hicimos callar, y por tocar y por sentir esa mano tibia y segura, que antes tantas veces rechazamos por creernos grandes y dueños del mundo y de… la verdad.

Una verdad que jamás será nuestra, si no hemos aprendido a amar y a valorar a tiempo, el cálido y tierno inicio de nuestra vida: Nuestros Padres.

ETIQUETAS:
Comparte Este Artículo
7 Comentarios