Shrek para siempre (2010)

En la cerrada lucha entre Pixar y Dreamworks, en 2001 apareció una obra memorable como lo fue Shrek que otorgó un giro revolucionario al género, debido a su originalidad y su irreverente tratamiento paródico de los cuentos de hadas clásicos.

Su éxito propició una atractiva secuela y una tercera parte muy fallida que amenazó con desaparecer la franquicia.

No obstante lo que parece el final de la saga, Shrek para siempre (EU, 2010) dirigida por Mike Mitchell, realizador con poca experiencia en animación y responsable de algunas ácidas comedias como Gigoló por accidente (1999), resulta un relato muy divertido y un digno cierre para unos personajes de enorme alcance.

Entre ellos, el gruñón ogro protagonista, su mujer -una princesa transformada en ogro-, el verborreico Burro y el gallardo Gato con botas en la voz de Antonio Banderas, transformado aquí en un minino mimado, panzón y holgazán.

Con un eficaz uso de los temas musicales que incluye momentos geniales como el baile de ogros, influenciado por el Flautista de Hamelin.

Shrek para siempre saquea con ingenio múltiples cintas que van de El mago de Oz a Gladiador, de Amarga pesadilla a El hombre araña y Los intocables. Pero sobre todo, la trama de ésta cuarta parte se inspira en las cintas ¡Qué bello es vivir! (Frank Capra, 1946) y Volver al futuro 2 (Robert Zemeckis, 1989).

En efecto, Shrek, padre de tres bebés, frustrado por la rutina matrimonial y la vida doméstica en el reino de Muy, Muy Lejano, cae en la trampa del gnomo Rumpelstiltskin y a cambio de su libertad como ogro, ofrece, sin pensarlo, un día de su vida (el de su nacimiento, lo que da pie a una paradoja espacio-tiempo).

Así, el codicioso villano introduce a Shrek en un universo paralelo donde los ogros son perseguidos, Fiona, quien liderea la resistencia, no lo conoce aún y por lo tanto no tiene hijos, ni amigos.

Shrek debe entonces obtener un beso de amor de Fiona para recuperar su vida anterior, lo que da pie a una serie de divertidas viñetas.

Sin duda, Shrek 4 no tiene la profundidad ni la sutileza de Toy Story 3 ni de otros recientes trabajos de Pixar, sin embargo, consigue una muy graciosa, ágil, e hilarante sátira de principio a fin como en sus inicios. FUENTE: Rafael Aviña.