Paddington 2 (2017)

La rudeza de criminales puede ablandarse con un emparedado de mermelada de naranja hecha por un osezno como Paddington.

Ha pasado tiempo desde que Paddington llegó a vivir a Londres y es un feliz integrante de la familia Brown. Pero el oso está preocupado: se acerca el cumpleaños de su tía Lucy, que lo crió en su infancia, y a quien quiere hacerle un regalo.

Aparece el presente perfecto: un libro pop-up de Londres, en el que resaltan sus principales atracciones. Paddington decide trabajar para poder comprarlo. Pero alguien más quiere ese libro… por razones malévolas.

Su rutina se descontrola cuando Phoenix Buchanan le pone una trampa para que lo lleven preso.

Hay montones de chistes blancos -muchos, sobre sándwiches de mermelada- que tienen la enorme ventaja de nunca ser sosos, ni tampoco de doble sentido; algo que no deja de llamar la atención en estas épocas, donde la vulgaridad es un recurso fácil. Se respira una grata nobleza en la cinta.

Pese a que convive con asesinos y rateros, la amabilidad de Paddington transforma la hostilidad en amistad dentro de la cárcel.

Lo más importante de la segunda parte era resaltar cómo es Paddington, él abre su corazón a la gente y ve lo mejor de las personas, es muy optimista y eso no le permite ver la maldad en el mundo.

Así es Paddington en el libro (“Un Oso Llamado Paddington” de Michael Bond), pero también porque el mundo está muy dividido y es hermoso ver a un personaje unificador, cuya amabilidad no le permite juzgar.

Paddington también conquistó los corazones de la crítica, pues el sitio especializado en cine, Rotten Tomatoes le dio a la película el 100 por ciento de calificación, la misma valoración de filmes infantiles como Toy Story 2.

Es justamente el osito y sus diálogos, lo que más sobresale de este filme del que salimos felices, con una añoranza por la cordialidad: “If we’re kind and polite, the world will be right”. info via Ana C. Vargas y Adriana Fernández