Hay personajes que llegan a trascender a sus creadores: los gremlins se volvieron famosos, en especial, cuando llegaron a la pantalla grande; lo mismo sucedió con Matilda, esa pequeña que hizo las delicias de niños y niñas cuando vieron en ella la materialización de sus sueños de aventura.
Pero quizá el nombre de Roald Dahl no resulte tan conocido como los personajes, más allá de que su propia vida pudiera ser digna de convertirse en novela: nacido en Gales, el 13 de septiembre de 1916, hijo de padres noruegos -su nombre proviene de un explorador considerado héroe nacional en Noruega-, pasó tres semanas explorando Terranova, trabajó en una empresa petrolera en Tanzania y hasta ingresó a la Real Fuerza Aérea.
Se cuenta que durante sus años escolares, una fábrica de chocolates solía mandar cajas con sus nuevos productos para que fueran probados por los niños del lugar, de donde surgió un sueño en Dahl: crear una nueva barra de chocolate. No lo logró, pero en cambio aquello se convirtió en el origen de una de sus obras más celebradas, Charlie y la fábrica de chocolate, la segunda en la bibliografía del escritor, con lo que se inició una carrera que lo llevó a obtener millones de lectores en todo el mundo.
Una de las razones por las que Dahl despertó tanto interés en niños de todas partes fue el haber sido creador de personajes entrañables, en gran parte beneficiados por el cine, como en el caso de Charlie y la fábrica de chocolate, que tiene dos versiones cinematográficas, o de Matilda, pero también logró mantenerse como escritor.
Con respeto para los lectores
En la bibliografía de Roald Dahl existen algunas obras menos conocidas, pero no deja de ser patrimonio universal, cuya importancia radica en que nunca trató como tontos a los niños, además de que su estilo es muy fresco, incluso parece que se publicó hace un mes y no hace 50 años.
Tenía una gran capacidad para generar empatía, retrata la infancia de muy buena manera, incluso retrata los problemas que pueden tener los niños, al grado de ponerse del lado de ellos, con un discurso que no era aleccionador o pedagógico, sino más bien propiciaba la reflexión, sobre todo en la sociedad en la que le tocó escribir sus obras.
El primer libro de Roald Dahl para niños fue Los Gremlins, más reconocida en su forma de película, incluso había sido encargada por Walt Disney, y luego vinieron títulos como “Charlie y la fábrica de chocolate”, “Matilda”, “James y el melocotón gigante”, “Los Cretinos” o “Boy” (“Relatos de infancia”).
Obras en las que el escritor se pone muy cerca de los niños y asume una posición un tanto crítica del mundo de los adultos, pero en especial a las injusticias en la vida cotidiana.
El escritor falleció de leucemia en noviembre de 1990, y en su honor se creó la Roald Dahl Children’s Gallery fue inaugurada en el Bucks County Museum, además de impulsarse la Roald Dahl Foundation, en donde se impulsan estudios en los campos de la neurología, la hematología y la alfabetización. via Diego Mejía
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