El Llanero Solitario (2013)

A primera vista, los íconos culturales y el cine son la pareja perfecta… pero, en realidad, esa relación es dulce y tormentosa. Si bien el cine ha encontrado una gran fuente de inspiración, el traslado a la pantalla de héroes y heroínas -reales o ficticios, como los salidos de los cómics, la radio o la televisión- siempre enfrenta preconcepciones y grandes expectativas.

Llega una súper producción basada en el héroe más famoso de la mitología “western”: El Llanero Solitario (The Lone Ranger). Ajusten sus sombreros… y, también, sus expectativas.

La historia nos lleva a San Francisco en 1931. Un pequeño visita una carpa de circo, que ofrece una exhibición sobre el Viejo Oeste. Están el oso grizzly, el búfalo y un viejo indio, quien dice llamarse Toro (Johnny Depp).

Toro le cuenta al niño, quien está vestido de vaquero y con un antifaz, la historia del personaje que inspiró su disfraz: El Llanero Solitario (Armie Hammer), y cómo fue que se convirtió en leyenda.

La cinta de Gore Verbinski se remite a la versión original de la serie radiofónica de los años 30 y, en ese sentido, se percibe en la trama un toque tradicional: como el de un añejo disco de pasta, agradablemente antiguo y rasposo.

Esta característica permea a toda la película, a la que no le falta detalle en su ambientación del Viejo Oeste: desde los misioneros presbiterianos, hasta el tugurio de Madame Red (Helena Bonham Carter), pasando por el polvoriento pueblo y los tipies indígenas, hay un empape de la cosmogonía western.

Pero Verbinski no se queda ahí y añade un tono irreverente a la cinta, acompañada de acción y mucha violencia, que resulta impactante en una cinta de Disney. Prevenidos, papás de niños pequeños.

En ese tenor están detallados los personajes, sobresaliendo Depp y Fichtner como el villano feo y cruel, con labio leporino y dientes podridos (reminiscentes de otro filme de Verbinski: Rango, 2011).

Pero, especialmente, la irreverencia alcanza a un Llanero Solitario que no es súper efectivo, pero sí audaz y galante. Y Hammer le da en el clavo en su retrato del personaje, inyectándole comicidad y simpatía.

Dicho esto, la cinta es demasiado larga, el guión da más de un bandazo ilógico… y el retrato de El Llanero, pese a su inspiración en el original, termina siendo un producto distinto, una visión muy personal del director Gore Verbinski.

Eso no deja de hacer que El Llanero Solitario sea una película entretenida. Pero sí hace que se eliminen las preconcepciones: el vaquero, no es como lo pintan. FUENTE: Adriana Fernández.

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