¡Caminando contigo!

jacklin
3 Min Lectura

Esta tarde oscura de domingo caminado, una bella ave blanca a lo lejos divise, con pasos calmos y mucho cuidado a ella me acerque… y cuando la tenía enfrente… al suelo y de rodillas me precipite.

Tenia las plumas más blancas que en la tierra se hayan visto y la fragancia que de ella emanaba, hasta los rosales envidiaban…era el ave perfecta, tan bella que para creerlo a palparla incitaba.

Sin temor de que la lastimara, a la palma de mi mano con paciencia ella subía… Con un corazón que aceleradamente latía. Yo lo sentía, lo oía… le estaba hablando al mio, reclamándole el viaje retrasado, la injusta demora, tan injusta que ella no pudo esperar la travesía y cayó dormida.

¡Sí!, cayó dormida. Dormida en ese sueño profundo, el sueño al que ella tanto temía. Y mi corazón nada decía, NADA DECÍA estaba entorpecido, mudo, llorando en silencio de alegría, alegría al saber que Dios ni a los ingratos hijos olvida.

Saliendo poco a poco del asombro y dejando de llorar como desde cuando era niña lo hacia, empecé a articular aquellas palabras que desde su triste partida en mis labios dormían. Que la amo, que siempre la amé y que recuerdo su partida, que la recuerdo como si hubiera sido ayer.

Estaba ahí llorando, abrazando al féretro donde ella yacía, con mi tristeza desbordando, mil preguntas al aire gritando y con mi inocencia de niña imaginando que desde el cielo ella me estaba escuchando.

Ahora…esta tarde oscura de domingo gracias a ella pude volver a creer… volver a creer que sí existe un cielo y que un ser extraordinario habita en él, un ser piadoso y demasiado bueno, y que aquellas palabras que se las lleva el viento llegan a él y es él quien juzga y decide que hacer.

Ahora, a mi me dio la oportunidad de decirle a mi madre cuanto la amé, la amo y la amaré y que a pesar de no estar físicamente a mi lado, yo se que vive en mi.

Comparte Este Artículo
9 Comentarios