Una llamada de China cambió el curso de las Olimpiadas

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La llamada que nunca olvidará Peter Ueberroth, una comunicación telefónica llena de interferencia desde Beijing, llegó a altas horas de la noche el 12 de mayo de 1984. Transmitía la noticia que, en su opinión, determinaría si los Juegos Olímpicos que organizaba en Los Ángeles ese verano serían un éxito.

Ueberroth también consideraba que el futuro mismo de los Juegos estaba en juego.

Del otro lado de la línea estaba Charles Lee, el hombre al que había despachado con el fin de convencer a los chinos de que mandaran por primera vez una delegación a las Olimpiadas. Ueberroth, cabeza del comité organizador de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, le estaba pidiendo a China que desafiara un boicot anunciado cuatro días antes por los soviéticos. Éstos indicaron que el boicot mantendría a 100 naciones fuera de los Juegos de 1984. Si acaso prevalecían, indicó Ueberroth, “estábamos perdidos”.

La salvación llegó cuando Lee le llamó a Ueberroth y le dijo: “allí estarán”.

Ahora, independientemente de qué problemáticas políticas surjan -y en el caso de China, hay muchas: derechos humanos, Tíbet, sus relaciones con el Gobierno sudanés- los boicoteos masivos ya no están sobre la mesa. Las declaraciones políticas se dan de forma más discreta: cuáles mandatarios asistirán y cuáles se quedarán en casa, o la posibilidad de que los atletas expresen sus opiniones políticas. Hace poco, el Presidente George W. Bush anunció que estaría presente en la ceremonia inaugural. El Primer Ministro británico Gordon Brown y la Canciller alemana Angela Merkel han indicado que no asistirían.

Ueberroth, actualmente de 70 años y presidente del Comité Olímpico Estadounidense, encabezará la delegación de su país a China con un profundo sentido de gratitud, pues cree que el país asiático salvó a las Olimpiadas.

“Cuando me dijeron por teléfono que venían, bueno, es algo que aún hoy me conmueve”, declaró Ueberroth hace poco. “Modificó enteramente el rostro de los Juegos“.

En 1984, el clima político era tenso. Los soviéticos reclutaban a países con el fin de ejercer represalias por la decisión estadounidense de boicotear las Olimpiadas de Moscú 1980, a la cual se sumaron otros 61 países. El 8 de mayo, los soviéticos anunciaron que, debido a temores por la seguridad de sus atletas, su equipo no viajaría a Los Ángeles y afirmaron tener acuerdos con 100 países dispuestos a seguir su ejemplo.

Ueberroth dijo haber visto la lista. China la encabezaba. A modo de respuesta, reunió un equipo de enviados para que abogaran con los funcionarios de las naciones indecisas y los convencieran de participar. Lee, fiscal de Los Ángeles que no es chino, pero habla mandarín fluidamente, llevó a un pequeño grupo a China. Ueberroth le pidió a Agnes Mura, integrante de su equipo, que encabezara un grupo a Rumania, donde había nacido. Ueberroth viajó en persona a Cuba.

No le fue posible hacer cambiar de opinión a Fidel Castro. Sin embargo, la visita de Lee fue un triunfo y Mura tansmitió a fines de mayo la noticia, tal vez aún más impactante, de que la minúscula Rumania desafiaría el boicot soviético.

Mura, entonces de 35 años, había escapado de la Rumania comunista cuando tenía 19 años. En ese entonces, su trabajo consistía en organizar a los traductores voluntarios para los Juegos. Relató que, al enterarse de su origen, Ueberroth le pidió que viajara a Rumania. La misión semisecreta a su patria la tenía aterrada.

Tras unos cuantos días de conversaciones, los rumanos aceptaron en principio asistir a los Juegos.

Mura indicó estar consciente de la magnitud de lo que hacía Rumania, que entonces tenía una población de unos 23 millones de habitantes.

Sin embargo, en opinión de Ueberroth, la suerte de los Juegos dependía de la visita de Lee a China. Lee, ahora de 62 años y a punto de jubilarse de su puesto de juez de la Corte Superior de Los Ángeles, visitó China varias veces en los 70 y 80 y sentía fascinación por un país que permaneció mucho tiempo inaccesible a los extranjeros.

Lee relató que, en su viaje de mayo de 1984, su grupo y él fueron recibidos por los Ministros de Deportes chinos, en Beijing. Tras las conversaciones, éstos le dijeron que China iría a los Juegos.

“Inicialmente, cuando dijeron, ‘iremos’, consideraron que, ya que lo habían dicho, no existía necesidad de poner algo por escrito”, narró Lee. “Les pedí una y otra vez que lo hicieran. Finalmente, me dieron muy amablemente la carta, que fue una cosa fantástica”.

Sólo 14 países boicotearon las Olimpiadas de 1984.

Mura, propietaria de una empresa de capacitación para administración ejecutiva, dijo que vería las Olimpiadas de Beijing con una profunda comprensión de su significado, ahora que China, hoy país sede, vuelve al punto de partida tras el papel que desempeñó en 1984. FUENTE: Lynn Zinser

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